Hace aproximadamente 3 meses nuestras vidas cambiaron. Una amenaza invisible trajo consigo cambios significativos en nuestra forma de funcionar.
El COVID – 19, aquel virus que veíamos tan lejano, que en enero de este año generaba cambios de conducta en los habitantes de Asia y Europa llegó rápidamente a nuestro territorio trayendo una serie de modificaciones en nuestras acciones. Comenzamos aislarnos socialmente con el propósito de prevenir riesgos en nuestra salud; nuestros hijos dejaron de asistir al colegio, los padres y el teletrabajo comenzaron a ser parte del día a día dentro de los hogares, siendo un desafío tanto para los padres como para los hijos el ir compatibilizando las necesidades y exigencias hogareñas con aquellas escolares y laborales. Los hijos dejaron de ver a sus compañeros y amigos, de jugar con ellos, de transitar libremente por el ambiente escolar y social, y los padres vieron modificado fuertemente su organización, muchas veces rígida, típica de la adultez, debido a tener que estar más tiempo en sus casas. Claramente, esto no ha estado exento de ansiedades y estrés por ambas partes.
Pensamientos, emociones y conductas asociadas a la ansiedad y estrés han comenzado a ser evidentes en el contexto hogar y en las relaciones de sus miembros, sin embargo, en alguno de los casos aquellas ya han comenzado a transitar hacia lo funcional. Lo que nos preguntamos es ¿cómo lo han hecho? Resiliencia, capacidad de afrontamiento, herencia, ambiente, entre otras, serían variables que posiblemente podrían llevarnos a la respuesta, sin embargo, el fin de este escrito tiene como propósito orientar a padres e hijos a cómo responder a las nuevas dinámicas que en sus hogares se está dando.
Niños y adolescentes ven ahora a sus padres más tiempos en sus casas, pero, trabajando. Los preescolares, deseosos de jugar y de contar con la atención de sus padres demandan la necesidad de contar con ellos para satisfacer dicha necesidad, lo que muchas veces, al no poder ser satisfecha, activa angustias y ansiedades que traen consigo cambios en sus conductas. Hijos demandantes y padres, en situación de teletrabajo mayormente estresados, pueden pasar a ser un gatillante de conflicto. Pues bien, ¿qué hacer?